Oriamendi

Oriamendi

Hola,

Un día como hoy, el 29 de abril de 1833, el infante Carlos María Isidro Borbón dirigió una carta a su hermano el rey Fernando VII, en la que se reafirmaba en sus derechos legítimos a la Corona, negándose a cedérselos a Isabel —la hija de Fernando—, lo que condujo finalmente a los partidarios de Carlos a levantarse en armas.

Pero en realidad no lo hicieron contra la hija de Fernando VII, sino contra una forma diferente de entender la organización social que venía de Europa (especialmente de Francia) y que amenazaba su fanatismo religioso y su concepción social católico-tradicionalista, inmovilista y defensora del Antiguo Régimen, de la cristiandad medieval, de la Iglesia y de la aristocracia.

El carlismo como movimiento político enarboló durante años el lema «Dios, Patria, Rey», al que añadió posteriormente «Fueros», para finalmente fundirse en un abrazo fraternal con el fascismo y ser parte inspiradora y protagonista del golpe de Estado contra la II República en 1936, contra la que conspiraron desde el mismo momento de su implantación.

En 2015 publicamos nuestro libro Te cuento…la Cenicienta. En él, Juan Carlos Mestre y Juan Carlos Monedero nos cuentan las peripecias de una Cenicienta que tampoco se pliega a las exigencias de un príncipe.

Pero nuestra Cenicienta no es carlista, ni fanática religiosa, ni nacional-católica, ni retrógrada, ni fascista. Todo lo contrario. Es una Cenicienta rebelde, luchadora y comprometida con la justicia social.

Así lo escriben:

«Cenicienta no sueña que es la sirena que ayuda a conseguir lo que parece imposible a quienes han perdido toda esperanza. Cenicienta sabe lo que es llegar a las ciudades prometidas, un esfuerzo irrealizable como secar el mar con una fregona, un periplo parecido a ir y volver en una bicicleta de papel a la Luna. Días sofocantes, noches interminables entre caminos de luciérnagas, bajo los astros con las pilas medio gastadas y el despistado piloto de las estrellas vagabundas semidormido. El agua fría es bella como la mentira, piensa un chico que se llama Pastoreau y que quiere ser arqueólogo. Una moneda perdida que de pronto aparece entre líneas. Algunas veces lo inalcanzable lo tenemos debajo mismo de los párpados y esa visión del milagro solo la podemos percibir al cerrar los ojos. Eso puede querer decir que la oscuridad está llena de pequeños resplandores de fósforo y extraordinarios acontecimientos mínimos, abarrotada de sombras sin persona y de personas sin sombra. Sucesos que no se han podido explicar. La ternura invisible que no causa temor y besa en la frente a los que acurrucados esperan justicia entre las sábanas de la tierra».

Si te interesa el libro, puedes adquirirlo en nuestra tienda. Lo vas a disfrutar.

Salud.

PD. Sorprendentemente, en los últimos años del franquismo hubo facciones del carlismo que dijeron asumir postulados propios de la izquierda, que cristalizaron en el llamado Partido Carlista, que sustituía los lemas tradicionales del carlismo por «Libertad, Socialismo, Federalismo y Autogestión». Últimamente han sustituido «Federalismo» por «Confederación». Sin embargo, por alguna razón no renunciaron ni al nombre, ni a la reivindicación dinástica —encarnada en Carlos Hugo Borbón-Parma y ahora en su hijo Carlos Javier—, ni a su inspiración cristiana, ni a su historia.

PD2. El himno del carlismo es el llamado Oriamendi. Fue uno de los himnos oficiales de la España franquista, según decreto de 27 de febrero de 1937, junto con el Cara al sol de la Falange y la propia Marcha Real, con letra de Pemán. En su letra, adaptada por el requeté golpista navarro Ignacio Baleztena, se decía así: «Por Dios, por la Patria y el Rey, lucharon nuestros padres. Por Dios, por la Patria y el Rey, lucharemos nosotros también. (…) Cueste lo que cueste se ha de conseguir, venga el rey de España a la corte de Madrid». Pero ni siquiera lo compusieron ellos: se cuenta que las tropas carlistas robaron la partitura en 1837 tras asaltar un campamento liberal.

PD3. Los lemas tradicionales del carlismo siguen ahí, tan campantes. Blindados por la Constitución. No, la del 31 no, la del 78.

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